El concierto comienza con una potente identidad polaca con “Sonata para violín y Piano de Ignace Paderewski, compositor polaco. En la impecable interpretación de Robert Kwiatkowski (violinista) y Dominika Glapiak (pianista) se puede apreciar todo el espíritu nacionalista del compositor polaco y toda la enérgica capacidad interpretativa . Un estilo romántico tardío que finaliza en la primera parte con música española de Joaquín Turina en Homenaje a Navarra Op.101. Para la segunda parte del concierto fue elegida la música francesa con Sonata para violín y Piano de César Franck para concluir con un emocionante concierto donde el público aplaudió  por varios minutos hasta que nos vuelven a regalar el Homenaje a Navarra Op. 102 de Turina que hace vibrar nuevamente al público. (Colaboración Italo Riffo).

Complementamos con los interesantes comentarios al programa elaborados por Álvaro Gallegos:  IGNACE PADEREWSKI – Sonata para violín y piano. Paderewski es una figura fundamental en su Polonia natal. Fue compositor, pianista y también político, llegando a ocupar el cargo de primer ministro. Esta sonata data de 1880, cuando el músico tenía 20 años, y refleja las influencias de Chopin y del romanticismo alemán, aunque muestra un enfoque bastante libre en cuanto a tratamiento del material. Es decir, no cae en moldes rígidos. JOAQUÍN TURINA – Homenaje a Navarra Op.102.  Figura clave del nacionalismo español algo posterior a Falla, Turina compuso esta obra en 1945. Es una breve reminiscencia de la tierra de Navarra, escrita para violín y piano. Violinistas lo han usado como bis en sus recitales. Comienza con el piano solo, fijando la atmósfera, hasta que entra el violín presentando la melodía principal con el carácter de una danza. CÉSAR FRANCK – Sonata para violín y piano. Franck fue uno de los principales exponentes de la música francesa en la era romántica. Su fama se debe sobre todo a la Sinfonía en Re menor, aunque le sigue en popularidad la Sonata para violín y piano que aquí escuchamos en transcripción para flauta. Y su trascendencia se justifica plenamente, ya que es una adecuada síntesis entre la riqueza armónica del lenguaje personal de Franck (estilo influido por su trabajo como organista) y las formas y estructuras del clasicismo vienés.  La Sonata surgió como regalo de bodas para el célebre violinista belga Eugene Ysaÿe en 1886. Comienza con un poético Allegro moderato en compás ternario, que va ganando en dramatismo a medida que avanza, y con la presencia de varios puntos climáticos. Le sigue un original y sincopado Allegro, que da paso a un movimiento lento que sorprende por su carácter etéreo, sin duda reflejo de la religiosidad del compositor. El Finale es colorido y apasionado, claramente una celebración.

Fotografías:  Osvaldo Guerrero Águila